Desde el 31 de marzo de 2019, la sagrada imagen titular de la Hermandad y Cofradía de Los Estudiantes, María Santísima de la Esperanza, la Esperanza de Oviedo, luce bellamente ataviada con una vestimenta que remarca el dolor de la Madre del Redentor, que llora por la muerte de su hijo, el Redentor del Mundo.
El vestidor de la Hermandad de Los Estudiantes ha sido, una vez más, el encargado de vestir a la Esperanza de Oviedo, contando con inestimable colaboración de Dª. Mónica Garcñia de la Noceda, Camarera de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia.
Dice San Pablo que el Señor le daba fuerzas en todas sus tribulaciones, para que, a su vez, merced al aliento que recibía de Dios, pudiese darla a los que estaban atribulados. Este es el verdadero secreto; aquellos son capaces de consolar, que han sido probados y han sentido la necesidad de consuelo y lo han recibido. El mismo Señor nos dice: “Porque ha sufrido y ha sido tentado, puede socorrer a los que también son tentados”.
Esta es la causa por la cual la bienaventurada Virgen María es el Consuelo de los afligidos. Sabemos cuan precioso es el consuelo de una madre, y nos ha sido permitido acudir a María, nuestra Madre, a partir del momento en que nuestro Señor, desde lo alto de la cruz, estableció entre Ella y San Juan las relaciones de madre e hijo. La Santísima Virgen puede de una manera especialísima consolarnos, porque sufrió más que cualquiera de las madres. Las mujeres, a lo menos las mujeres delicadas, son comúnmente protegidas contra la ruda exigencia de los grandes viajes en este mundo; más después de la Ascensión de nuestro Señor, María, como los apóstoles fue enviada a regiones extrañas como oveja entre lobos. A pesar de toda la solicitud que San Juan podía tener por Ella, solicitud tan grande como la que tuvo San José por su juventud, era, más que todos los santos, extranjera y peregrina en la tierra, en proporción a su grande amor a Aquel que había habitado entre nosotros y se había ya marchado. Y así como había tenido que huir a través del desierto al pagano Egipto con nuestro Señor niño, de la misma manera, después que Jesús subió a los cielos, tuvo que ganar en un navío la pagana ciudad de Éfeso, para vivir sus últimos años y morir en ella.
¡Ah! Los que sufrís rodeados de gente grosera, entre compañeros que se burlan de vosotros, os insultan y entre malos pariente u odiosos enemigos, y os sentís, a la vez, sin defensa, implorad el auxilio de María por el recuerdo de sus propios sufrimientos en medio de los egipcios y de los griegos idolatras e impíos, y Ella os socorrerá
Beato John Henry Newman
(FOTOGRAFÍAS: MÓNICA GARCÍA DE LA NOCEDA)
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