La comarca acoge dos de los cinco enclaves asturianos ligados a la orden religiosa, localizados en el Monsacro (Morcín) y Serrapio (Aller)
La orden de los caballeros templarios mantiene aún vigente, siete siglos después de su desaparición oficial, un aura de misticismo que se materializa en la figura de los monjes-guerreros ligados a las Cruzadas. La huella de esta controvertida y poderosa comunidad está presente en toda Europa, con centenares de emplazamientos construidos en torno a una marcada simbología. Un estudio reciente señala que en Asturias existen cinco iglesias pertenecientes a la orden. Dos de ellas se localizan en la comarca del Caudal. Se trata de la iglesia de San Vicente de Serrapio (Aller) y, sobre todo, las capillas del Monsacro, la principal referencia de todo el norte de España.
Los últimos recuentos sitúan en 85 los referentes templarios que existen hoy en día en España. En Asturias, además de las ya citadas, las iglesias de San Esteban (Aramil), San Salvador (Grandas de Salime) y San Francisco (Avilés) fueron del Temple. Pero, sin lugar a dudas, la montaña «sagrada» del Monsacro es donde la presencia de la orden se hace más patente. La capilla octogonal que corona la cumbre morciniega se integra en un importante enclave templario junto a una segunda construcción, más pequeña, y una cueva excavada en la roca caliza. La escasa documentación que existe sobre este legado arquitectónico arroja muchas dudas sobre su historia, aunque todo hace indicar que fue una lugar de paso y peregrinación. Situado a 1.057 metros de altitud, los accesos permanecen impracticables durante el invierno.
La iglesia de San Vicente (Serrapio) es el otro gran referente templario de la comarca. Los frescos que se encuentran en su interior representan unos ángeles custodiando la cruz templaria, además de otros motivos claramente vinculados a la obra alquímica.
Silenciados e ignorados en mucha ocasiones, los templarios fueron fundados en 1118 para defender el cristianismo en Tierra Santa. A los caballeros destinados a la milicia se les exigía que fueran nobles, nacidos en cuna de buena familia y no bastardos, es decir, lo que entonces se conocía como «gentilhombres». Estos servían a la Orden del Temple en hermandad, por un tiempo determinado o toda la vida. Hasta su disolución, en 1312 (Concilio de Vienne), la comunidad contó con los beneplácitos de Roma, adquiriendo un gran poder. A raíz de su desaparición, el Temple se difuminó, cayó en desgracia y dio lugar a organizaciones más o menos clandestinas. En numerosas edificaciones del concejo de Aller se pueden absorber hoy en día simbologías y grabaciones que servían a estos «herederos» del Temple para encontrar refugio. Las historias sobre los monjes guerreros custodios del Santo Grial han acompañado siempre al Temple, así como su culto a la Virgen Negra, presente en Monsacro.
Fuente: La Nueva España
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