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miércoles, 7 de noviembre de 2018

San Francisco Javier, patrono de las misiones



Nacido en el Castillo de Xavier, cerca de Sangüesa, Navarra, el 7 de abril de 1506; murió en la isla de Sancian, cercana a la costa de China, el 2 de diciembre de 1552. En 1525, habiendo terminado unos estudios iniciales en su país, Francisco Javier fue a París, donde entró en la escuela de Sainte-Barbe. Aquí conoció a Pierre Favre, nacido en la región de Savoya, con quien comenzó una buena relación de amistad. En esta misma escuela San Ignacio de Loyola, que ya planeaba la fundación de la Compañía de Jesús, residió durante un tiempo como invitado en 1529. Pronto se ganó la confianza de los dos jóvenes; primero Favre y posteriormente Javier se ofrecieron para la formación de la Compañía. A ellos se unieron otros cuatro: Lainez, Salmerón, Rodríguez y Bobadilla; y los siete realizaron el famoso voto de Montmartre, el 15 de agosto de 1534.


Después de completar sus estudios en París y haber ocupado allí el puesto de profesor durante un tiempo, Javier abandonó la ciudad con sus compañeros el 15 de noviembre de 1536 y volvió sus pasos hacia Venecia, donde demostró su afán y caridad atendiendo a los enfermos en los hospitales. El 24 de junio de 1537 recibió la Ordenación Sacerdotal con San Ignacio. Al año siguiente fue a Roma, y después de realizar trabajo apostólico durante algunos meses, en la primavera de 1539 participó en las conferencias que San Ignacio mantuvo con sus compañeros, preparando la fundación de la Compañía de Jesús. La orden fue aprobada verbalmente el 3 de septiembre, y antes de que fuera emitida la aprobación escrita (para lo que había que esperar un año más), Javier fue encargado de la evangelización de las Indias Orientales, a raíz de la petición en firme del rey de Portugal, Juan III. Abandonó Roma el 16 de marzo de 1540 y llegó a Lisboa hacia junio. Allí permaneció nueve meses, dando múltiples ejemplos admirables de celo apostólico.


El 7 de abril de 1541 embarcó en un navío con rumbo a la India, y después de un viaje tedioso y peligroso llegó a Goa el 6 de mayo de 1542. Pasó los primeros cinco meses predicando y atendiendo a los enfermos en los hospitales. Recorría las calles haciendo sonar una campanita e invitando a los niños a oír la Palabra de Dios. Cuando había reunido un grupo, los llevaba a la iglesia y les explicaba el catecismo. Hacia octubre de 1542 comenzó a predicar en los criaderos de perlas de la costa sur de la península, deseoso de restaurar el Cristianismo, religión que, aunque introducida años antes, había casi desaparecido debido a la falta de sacerdotes. Dedicó casi tres años a la predicación a las gentes del oeste de India, convirtiendo a muchos, y llegando en sus viajes incluso a la isla de Ceilán (Sri-Lanka. N.del t). Muchas fueron las dificultades y penas a que Javier tuvo que enfrentarse, algunas veces por motivo de las crueles persecuciones que algunos pequeños reyes del país llevaron a cabo contra los neófitos, y también porque los soldados portugueses, lejos de apoyar el trabajo del Santo, lo retrasaban con su mal ejemplo y hábitos viciosos.

En la primavera de 1545 Javier partió hacia Malaca. Trabajó allí durante los últimos meses de aquel año y, aunque recogió una abundante cosecha espiritual, no fue capaz de erradicar determinados abusos, y era consciente de que muchos pecadores habían resistido a sus esfuerzos por devolverlos a Dios. Hacia enero de 1546, Javier dejó Malaca y fue a las Islas Molucas, donde los portugueses tenían varios asentamientos, y durante año y medio predicó el Evangelio a los habitantes de Amboyna, Ternate, Baranura y otras islas menores que ha sido difícil identificar. Algunos sostienen que durante esta expedición desembarcó en la isla de Mindanao y por esta razón San Francisco Javier has sido llamado el primer Apóstol de las Filipinas. Pero aunque esta afirmación fue hecha por algunos escritores del siglo diecisiete, y en la Bula de canonización en 1623 se dice que predicó el Evangelio en Mindanao, hasta el día de hoy no se ha probado que San Francisco Javier llegara alguna vez a Filipinas.

En Julio de 1547 estuvo de nuevo en Malaca. Aquí conoció a un japonés llamado “Ira” (Han-Sir), del que obtuvo mucha información acerca de Japón. Su entusiasmo creció ante la idea de introducir el Cristianismo en Japón, pero por un tiempo los asuntos pendientes de la Compañía exigían su presencia en Goa, donde regresó llevando a Ira con él. Durante los seis años que Javier había estado trabajando entre los infieles, otros misioneros Jesuitas llegaron a Goa, enviados desde Europa por San Ignacio. Además, alguien nacido en el país había sido recibido en la Compañía. En 1548 Javier envió a estos misioneros a los principales núcleos de la India, donde él había establecido misiones, para que el trabajo pudiera ser preservado y continuado. También estableció un noviciado y una casa de estudios, y habiendo recibido en la Compañía al Padre Cosme de Torres, un sacerdote español al que había conocido en las Molucas, partió con él y con el Hermano Juan Fernández hacia Japón a finales de junio de 1549. El japonés Ira, que había sido bautizado en Goa con el nombre de Pablo de Santa Fe, les acompañaba.

Llegaron a la ciudad de Kagoshima, en Japón, el 15 de agosto de 1549. El primer año fue dedicado en su totalidad al aprendizaje del japonés y a la traducción al mismo, con la ayuda de Pablo de Santa Fe, de los principales artículos de fe y pequeños tratados que iban a ser empleados en la predicación y catequesis. Cuando fue capaz de expresarse, Javier comenzó a predicar y logró algunas conversiones, pero ello hizo despertar los malos sentimientos de los bonzos, que le expulsaron de la ciudad. Abandonando Kagoshima hacia agosto de 1550, se dirigió hacia el centro de Japón, y predicó el Evangelio en algunas ciudades del sur del país. A finales de año llegó a Meaco, por aquel entonces la principal ciudad de Japón, pero no fue capaz de hacer progresos por las disensiones existentes. Volvió sobre sus pasos hacia el centro de Japón y durante 1551 predicó en algunas ciudades importantes, formando el núcleo de varias comunidades Cristianas, que aumentaron con rapidez extraordinaria.

Después de trabajar casi dos años y medio en Japón, dejó su misión a cargo del Padre Cosme de Torres y del Hermano Juan Fernández, y regresó a Goa, llegando allí a principios del año 1552. En Goa le esperaban problemas domésticos. Había que solventar determinados desacuerdos entre el superior, que había sido dejado a cargo de las misiones, y el rector de la escuela. Cuando este problema estuvo solucionado, Javier volvió a pensar en China y comenzó a planear una expedición allí. Durante su estancia en Japón había oído mucho acerco del Imperio Celestial, y aunque probablemente no tenía idea aproximada de su extensión y grandeza, comprendió que se trataba de un campo enorme para la expansión de la luz del Evangelio. Con la ayuda de algunos amigos organizó una comisión o embajada ante el Soberano de China, obtuvo el nombramiento de embajador del Virrey de la India y, en abril de 1552, abandonó Goa. En Malaca el grupo tuvo dificultades debido a la influencia de los portugueses, que no estaban de acuerdo con la expedición, pero Javier supo cómo solucionarlo y en otoño llegó a la pequeña isla de Sancian, frente a la costa de China, a bordo de un navío portugués. Mientras planeaba la mejor forma de llegar al continente, cayó enfermo y como el movimiento del barco parecía empeorar su condición, fue llevado a tierra. Allí le prepararon una pésima cabaña para cobijarlo y en este lugar miserable, expiró.

Es realmente motivo de admiración que un hombre en el corto espacio de diez años (6 de mayo de 1542 – 2 de diciembre de 1552) pudiera haber visitado tantos países, atravesado tantos mares, predicado el Evangelio a tantas naciones y convertido a tantos infieles. El incomparable empuje apostólico que le animó, y los estupendos milagros que Dios realizó a través de él explican esta maravilla, que no tiene parangón. La lista de los principales milagros puede ser encontrada en la Bula de canonización. San Francisco Javier es considerado el mayor misionero desde la época de los Apóstoles, y el entusiasmo que mostró, los maravillosos milagros que realizó, y el enorme número de almas que trajo a la luz de la Fe verdadera, le hacen merecedor de tal distinción.

Fue canonizado con San Ignacio en 1622, aunque debido a la muerte de Gregorio XV la Bula de canonización no fue publicada hasta el año siguiente.

El cuerpo del santo sigue siendo venerado en Goa, en la iglesia que antiguamente perteneció a la Compañía. En 1614 por orden de Claudio Acquaviva, General de la Compañía de Jesús, el brazo derecho fue cortado a la altura del codo y enviado a Roma, donde para recibirlo se erigió el altar existente actualmente en la iglesia de los Jesuitas.

http://www.pnte.cfnavarra.es/elmundodejavier/

ANTONIO ASTRAIN 
Transcrito por Mary y Joseph P. Thomas 
En memoria de Sebastian Poovathumkal 
(Traducido por Rafael Nevado)

ENCICLOPEDIA CATÓLICA

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