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jueves, 25 de diciembre de 2014

Valladolid: Aromas del Guadalquivir a orillas del Pisuerga

Publicado el 15/4/2014

La nueva Cofradía del Discípulo Amado sorprende en su nueva procesión con Jesús de Medinaceli, un paso llevado a costal en un desfile muy sureño que superó las cuatro horas.




Pareció por algún momento que el Pisuerga se vistiera de Guadalquivir y que la calle de Santiago cambiara de nombre para llamarse Sierpes. Y es que la nueva procesión de la Cofradía del Discípulo Amado y Jesús de Medinaceli tuvo tintes sureños, especialmente con su paso a costal que en algunos pasajes de su larga procesión (más de cuatro horas) levantó aplausos y hasta vítores, algo a lo que no están muy acostumbrados en los desfiles penitenciales vallisoletanos.





El jefe de paso, Santiago Capote, como buen capataz jerezano, daba las instrucciones precisas y a la orden de 'A ésta es' hacía sonar el llamador para que sus veinte costaleros levantarán la imagen, escoltada por cuatro grandes cirios de color tiniebla. Salió el Cautivo de la iglesia de San Agustín para cruzar el Campo Grande en su itinerario hacia la iglesia de San Martín.



Los pies de los costaleros, con la reglamentaria alpargata, iban marcando un paso al ritmo de la banda de cornetas y tambores de La Piedad. Precisamente, uno de los momentos más emotivos llegó ante la imagen tallada por Gregorio Fernández, con la que Jesús de Medinaceli protagonizó un encuentro y un acto de meditación.


La antigua Cofradía de los Periodistas levantó mucha expectación en las calles. Acompañó al cortejo el poeta y periodista Ángel María de Pablos -que realizó ante el Cristo el acto de meditación- y el que fuera presidente de las Cortés de Castilla y León, José Manuel Fernández Santiago, además del delegado de la Junta, Pablo Trillo. Abría el desfile una unidad de la Policía Montada y lo cerraban como es habitual una representación de las diecinueve restantes cofradías.

Tras más de cuatro horas de procesión Jesús de Medinaceli llegaba a San Agustín ante la emoción de los cofrades y especialmente de la veintena de costaleros que protagonizaron un titánico esfuerzo al no llevar relevo.


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