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martes, 31 de agosto de 2021

Prensa: «Los conciertos no deben volver a la plaza de la Catedral. Era como si la bombardeasen»

 «Tengo más peticiones para realizar exorcismos de las que puedo atender. Los últimos meses han sido muy duros»


Benito Gallego, en la capilla del Rey Casto, ante la Virgen de las Batallas, «porque hay muchas batallas que librar contra el enemigo». / PABLO LORENZANA


AZAHARA VILLACORTA
Gijón
Lunes, 30 agosto 2021

Benito Gallego Casado (Villamoratiel de las Matas, León, 1942) lleva 45 años como canónigo penitenciario de la Catedral de Oviedo, una figura antiquísima que tiene la facultad de perdonar los pecados más graves, aquellos que llevan implícitos la pena de excomunión, salvo los reservados a la Santa Sede. Así que sus oídos han escuchado de todo en el confesionario. Pero es que, además, en diciembre, fue elegido por el cabildo catedralicio deán por tercera vez tras completar dos quinquenios. Un cargo que compagina con el de exorcista de la Diócesis, que ejerce desde hace siete años por designación directa del arzobispo. Y, con esa hoja de servicios de casi medio siglo a sus espaldas, el alcalde de la capital acaba de anunciar que «un rincón del Oviedo más entrañable» llevará su nombre.

-La Catedral celebra su 1.200 aniversario y usted siempre la compara con «una casa vieja» que necesita continuamente reparaciones. ¿Salud actual?

-Yo creo que está bien de salud, aunque siempre necesitamos cosas, como la restauración de las vidrieras de la parte sur y el crucero, abordar las filtraciones en la cripta de Santa Leocadia y reparar la cubierta de la capilla de Santa Eulalia de Mérida.


-Y preocupa la seguridad a la hora de subir a la torre...

-El Ayuntamiento se va a hacer cargo. Urge, pero nosotros estábamos sin dinero por la pandemia y lo que costaba nos parecía desproporcionado. Los andamios son muy costosos, pero el Consistorio está en una disposición formidable y a la torre se va a subir. De momento, solo los miembros de nuestro plan de abonados, que ya son dos mil y pico. Es un programa que está pensado para la gente de Oviedo, aunque a la de Gijón le decimos que esta es su Catedral. Con sede en Oviedo, pero es la Catedral de toda Asturias.

-Habla en pasado de sus dificultades económicas y se ha quejado del incremento del precio de la luz. ¿Ya han saneado sus arcas?

-Hemos salido de los números rojos, porque, con la pandemia, quedamos totalmente descapitalizados, pero julio y agosto nos han ayudado. Está viniendo mucha gente. Entran más de un millar de personas al día. Y todavía falta que empiecen a llegar los grupos de extranjeros, que solían venir hasta de Asia, y el Imserso. Y nos faltan también los ferris de Gijón. Pagamos diez nóminas, incluidos los sacristanes y el organista, y ya hemos podido levantar los ERTE.

-¿Alguien se queja por tener que pagar entrada?

-Al principio, más. Después, todo se ha ido aclarando y la gente ya sabe que por venir a misa no te cobran y si dices que vas a rezar a la Santina, tampoco. Entienden que hay que contribuir algo, porque, si no hubiera curas dedicados a esto, la Catedral ya se hubiera venido abajo. Yo, al inicio de las obras del plan director, que arrancó en 1996, hubo épocas en las que muchas veces no dormía. Por ejemplo, el rosetón norte se nos cayó en medio de la Catedral. Y el ábside comenzó a desprenderse una noche. En eso tuvimos mucha suerte. Nunca hubo ningún accidente porque todo caía de noche. Llegabas por la mañana y veías todo el presbiterio lleno de trozos. De unos trozos que si te dan en la cabeza no lo cuentas. Hubo una época en la que estábamos tan mal que caía el agua por los retablos y yo soñaba muchas veces que la Catedral se derrumbaba piedra a piedra. Y no era fácil trabajar con las administraciones, porque, entre ellas, no se entendían. Por ejemplo, uno tenía que dar un permiso y otro una licencia y, como eran de distinto signo, no se ponían de acuerdo y, a lo mejor, un millón de pesetas destinado para algo, pasaba el tiempo y se fundía en otra cosa.

-¿Con el bipartito de Canteli viven más tranquilos que con el tripartito de Wenceslao?

-Yo me he entendido con todos.

-Pero con la izquierda no había fresas por el Corpus...

-Eso no importa mucho. Hombre, te disgustas por el gesto... Como cuando querían quitarnos el Jardín de los Reyes Caudillos.

-La izquierda pretendía averiguar si lo habían inmatriculado y recuperarlo para el pueblo, ¿o no?

-Es que eso se cerró en el año 73 por vandalismo y siempre lo hemos administrado nosotros pacíficamente. Y, en dos 'findes' de botellones -como decís los jóvenes ahora-, ya estaría patas arriba. Ya no sería del pueblo ni de nadie. Será del pueblo si es de la Catedral. Si no, no será. En ese caso, iríamos a los tribunales, porque no vamos a consentirlo. Ahora se abre unas horas, hasta las siete y media de la tarde, que es más que suficiente. Y estoy contento porque se están dando cuenta de que lo que se haga en favor de la Catedral es inversión en la ciudad. La torre de la Catedral es el emblema de Oviedo. Es el edificio singular que buscan todas las ciudades. Vienen los de Madrid y se quedan admirados, porque ellos no tienen algo de esa antigüedad. Entonces, si tú no cuidas eso, eres un salvaje.

-¿Lo dice por los conciertos de San Mateo junto al templo?

-Es una alegría que ya no los haya. Yo sufría mucho. Me gustaría que hubiesen visto cómo se movían los retablos, cómo se desprendían cosas... La Catedral tenía un gran padecimiento. Era como si la bombardeasen, una salvajada. Ahí me indignaba mucho. Los conciertos no deben volver.

-Como canónigo penitenciario, ¿podrá perdonarles?

-Ahora se ha levantado un poco la mano...

-¿A qué se refiere?

-A que, con motivo del Año de la Misericordia, el Papa Francisco nos ha facultado a perdonar el pecado del aborto provocado. Un pecado grave, como el de todos aquellos que colaboran eficazmente para que un aborto se realice, como una amiga que te lleva o te da dinero para hacerlo porque tú no lo tienes.

-¿En qué más casos tiene la facultad de absolver?

-Por ejemplo, si pegan al obispo, si le atacan físicamente.

-¿Eso ha ocurrido aquí?

-No lo sé (Ríe).

-¿Más ejemplos?

-Al que reniega de la fe, la herejía, la apostasía... Hubo un partido político que insistía mucho en eso. O si un sacerdote delata a alguien que se ha confesado. Por ejemplo, hay situaciones con crímenes... Y tú tienes que absolver si ves arrepentida a esa persona y ya está. Tú eres un sepulcro, una tumba. No puedes decir nada. Aunque vega la Policía, yo no sé nada. Son pecados especiales en los que la Iglesia hace pedagogía. ¿Que el aborto ya es algo como tomarse un vaso de agua para la sociedad? Pues no. Aquí decimos: es muy grave.

-¿La eutanasia entra en esa misma categoría?

-Aún no ha entrado, pero podría ser, porque es un pecado grave, un crimen.

-Lo asegura un teólogo por la Universidad de Navarra que es también el exorcista de la Diócesis desde que hace siete años lo nombró Sanz Montes.

-Así es. Antes se designaba a alguien solo si había algún caso concreto y yo ya le he dicho que estoy cansado, pero la gente te coge mucho cariño. Esta misma mañana, ha venido un chico de dieciocho años que empecé a tratar a los trece o catorce y estuvo muy mal. Vino a misa de doce y me dijo: «Le voy a dar una alegría. Quiero ser sacerdote».

-¿Cuántos exorcismos ha realizado últimamente?

-Tengo más peticiones de las que puedo atender. Lo que pasa es que pongo una dificultad: yo no salgo de aquí, de esta misma sala en la que estamos hablando, en la que tengo el crucifijo de San Benito sobre la mesa. Estos meses de pandemia fueron muy duros porque me llamaban por teléfono y yo les decía: «Haz esto o haz lo otro». Pero no es lo mismo.

-¿Por qué nunca abandona la Catedral para exorcizar?

-Primero, porque sería perder mucho tiempo y no lo tengo. Y, segundo, que vengan tiene también otra ventaja: que aquí mando yo.

-¿Se refiere a que otros lugares no ofrecerían tanta seguridad?

-Así es. Por eso también, en principio, se pide que no vengan solos, porque hay presencias muy fuertes, verdaderas posesiones. Entonces, ya no obra esa persona, sino que obra el otro: el demonio, que existe y actúa.

-¿Llega a sentir miedo?

-Miedo no. Impresión sí. Por ejemplo, cuando llegan, siempre les presento el crucifijo. Y me impresionó mucho que una mujer lo primero que hizo fue escupir sobre él. Eso ya es un signo de que ahí hay algo.

-¿Cómo sabe que no está ante una patología mental?

-Porque esto requiere un discernimiento, un conocimiento de la situación. Primero les pregunto si hay un informe médico y muchos me cuentan que, tras pasar por varios facultativos, les han dicho que eso ya no es cosa suya, que hay algo más. Y, luego, vas observando signos y manejándolos. Por ejemplo, tengo un rosario en la mano, oculto bajo la sotana, y me gritan: «¡Suelta eso!». Hay blasfemias tremendas, de todo tipo, convulsiones, hay quien se queda como muerto durante una hora... Otras personas, cuando empieza el ritual, cambian la voz, hablan lenguas extrañas, vomitan... En el armario tengo bolsas de plástico preparadas para eso...

-¿En qué consiste ese ritual?

-Se invoca a todos los santos... Toda la Iglesia está intercediendo para que esa persona sea liberada del espíritu del mal.

-¿Recuerda algún caso que le impactase especialmente?

-Hay de todo. Por ejemplo, un chico completamente paralizado, un chaval de quince años que no podía hablar. Los médicos le hicieron pruebas de todo tipo pero no vieron nada. También hay niños. Por ejemplo, una niña que empezó con seis y vino varias veces, porque esto no es cosa de un día y ya te olvidas. Pueden ser años. Un día, según entro yo a la Catedral, su familia ya estaba aquí y escucho unos gritos impresionantes: «¡Que no quiero verte!». Y yo creo que aún no me había visto. Pero me sintió. La rocié con agua bendita y empezó a gritar: «¡Que no me eches eso, que me quema!». Por eso, cuando compruebo que no hay gente de la familia que pueda controlar la situación, dejo la puerta entreabierta y aviso a un sacristán para que me esté viendo a mí siempre. Por si tiene que intervenir. Una vez, un chaval cogió la silla, la enarboló como si nada y le sacudió a su padre.

-¿Ha fracasado alguna vez?

-Sí, porque los santos son muy poderosos, pero si tú no pones nada de tu parte... tiene que haber también una voluntariedad.

-Pero en el caso de los menores...

-Ahí lo que se recomienda es pedirles a los padres que sean sinceros. Que digan qué han hecho. Por ejemplo, ouija. Eso es peligrosísimo, porque el demonio, si entra, no te deja. O reiki. Incluso yo estoy seguro de que entra a través del yoga y de las terapias alternativas. Cuando el yoga es sacralizado, hay mucho peligro. Si uno lo hace por deporte, no pasa nada, pero, de lo contrario, es una manera de abrir la ventana al enemigo. Igual que una mujer que vino el otro día, que le había pagado 3.000 euros a un chamán.

-¿El diablo actúa también en los delitos de pederastia en el seno la Iglesia?

-Pues sí. Eso es diabólico, porque hace mucho daño a la Iglesia. La Iglesia es una familia espiritual. Entonces, cuando en una familia normal, con seis hijos, uno de ellos es un golfo, le pone la fama a toda la familia. Algo así es la Iglesia.

-¿En política se mete Satanás?

-También, claro. Algunos representan perfectamente el papel. Todos los que siembran odio. Porque eso no es de Dios. Y en todas esas cosas raras que suceden: padres que matan a sus hijos, hijos que matan a sus padres...

-¿Y en esta pandemia?

-Yo creo que sí, al margen de que también tenga una explicación científica. El demonio odia al hombre porque es la criatura más querida por Dios y le hará todo el daño que pueda.

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