Para muchas personas la fiesta de Todos los Santos es solamente la conmemoración de sus difuntos, conmemoración del día en que se recuerdan los rostros conocidos y amados de las personas que un día vivieron junto a nosotros y ahora ya no están.
Pero para los creyentes este día, no es tan sólo el recuerdo de los seres cuyos nombres están grabados en las lápidas de un cementerio al que vamos a poner unas flores y a rezar una oración. La fiesta de Todos los Santos no es la fiesta de los “muertos”, sino la fiesta de los “vivos”. No es un día de tristeza, sino un día para expresar la inmensa esperanza que nos habita...Sin el culto a los santos y la celebración de nuestros difuntos, nuestra tierra no sería más que un lugar solitario, sin esperanza ni horizontes.
Celebrar a los santos y a nuestros difuntos es recordar esos rostros de nuestros seres queridos a los que el amor ha transfigurado, porque amar es resucitar, porque el Amor es Vida. Día tras día hay que ir modelando el rostro de nuestra eternidad porque... sólo el amor personaliza y humaniza al ser humano. Sólo el amor diviniza al ser humano Existen esas grandes figuras, que el Espíritu ha suscitado y sigue suscitando para alumbrarnos el camino; padres e hijos, hermanos y hermanas, amigos y conocidos... que han sido testigos para nosotros de la misericordia y la ternura creadora de Dios.
Hermanas Trinitarias
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