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viernes, 12 de diciembre de 2025

Diciembre 2025: La Virgen de Guadalupe, Madre y Estrella de la Evangelización




En el amanecer del 9 de diciembre de 1531, en el cerro del Tepeyac, la luz de Dios irrumpió en la historia de un pueblo con el dulce nombre de María. La Virgen Santísima se apareció a san Juan Diego, un humilde indígena, presentándose como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios”. Este encuentro no fue un hecho aislado, sino el inicio de un diálogo misericordioso entre el cielo y la tierra, destinado a plasmar el rostro maternal de la Iglesia en el continente americano. Con ternura de Madre, pidió que se le construyera un templo, un lugar donde mostrar y dar todo su amor, compasión, auxilio y defensa.


El mensaje de Guadalupe es una perenne invitación a la fe y a la unidad. Al imprimir su imagen sagrada en la tilma de Juan Diego, no solo dejó un signo portentoso para el obispo Zumárraga, sino un evangelio encarnado en cultura. En esa imagen, llena de simbolismo teológico, se presenta como la Mujer del Apocalipsis, vestida de sol y con la luna bajo sus pies, anunciando a Cristo, la Luz del mundo, que vence las tinieblas. Su rostro mestizo y su posición de oración son un puente que une dos mundos, proclamando que en Cristo no hay división y que la fe purifica y eleva toda cultura auténtica.


La festividad del 12 de diciembre no es solo un recuerdo, sino una actualización de la alianza de amor entre María y sus hijos. La Iglesia, especialmente en México y en toda América, celebra con júbilo el “Día de la Virgen de Guadalupe”, reconociéndola como “Patrona de México y Emperatriz de las Américas”. Esta celebración es una fiesta de identidad y de fe, donde millones de peregrinos, en un acto de amor filial, acuden a su “Casita Sagrada” para agradecer, pedir y renovar su compromiso de seguir a Jesús. Es una manifestación viva de la piedad popular, que el Magisterio valora como verdadero tesoro del Pueblo de Dios.



La devoción guadalupana es un camino seguro hacia su Hijo. Como enseñaron los Padres del Concilio Vaticano II, María “con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan” (Lumen Gentium, 62). Ella, en Guadalupe, nos señala siempre a Jesús, diciendo como en Caná: “Hagan todo lo que Él les diga”. Su intercesión poderosa ha sido fuente de incontables gracias y de profundas conversiones, reforzando la fe de generaciones y siendo un baluarte frente a las adversidades. En ella, los fieles encuentran refugio, consuelo y la fortaleza para ser discípulos misioneros.


El milagro guadalupano es, en esencia, un modelo de evangelización inculturada. María no vino con lenguajes abstractos, sino hablando en náhuatl, respetando la dignidad de los pueblos originarios y elevando sus anhelos más profundos hacia el Dios verdadero. Así, la “morenita del Tepeyac” se convirtió en la gran misionera, haciendo posible que millones abrazaran la fe cristiana con un corazón alegre y propio. Su mensaje de amor y de respeto nos recuerda que la evangelización auténtica nunca destruye, sino que perfecciona desde dentro, como hace la gracia con la naturaleza.


Hoy, la Virgen de Guadalupe sigue siendo estrella de la esperanza para nuestro tiempo. En un mundo marcado por divisiones, injusticias y olvido de Dios, su presencia maternal nos llama a construir una civilización del amor, basada en la dignidad de cada persona. Que su festividad renueve en nosotros la certeza de que estamos bajo su manto protector. Que aprendamos de su “sí” total a Dios, para que, guiados por ella, podamos trabajar por la justicia, promover la paz y llevar a todos el anuncio gozoso de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, salvador de todos los pueblos.

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