El lugar del nacimiento de Jesucristo se localiza en Belén, población del Reino de Judá situada a unos nueve kilómetros al sur de Jerusalén. Desde el siglo II, la tradición cristiana, respaldada por testimonios históricos como el de San Justino Mártir y Orígenes, identificó una gruta específica como el sitio de la Natividad.
D. Iván Rodríguez (Fundador y Miembro de la Junta de Gobierno de la Hermandad de Los Estudiantes y de la A. M. San Salvador de Oviedo) a la derecha de la imagen, momentos antes de entrar a la gruta en dónde Cristo nació.
Esta identificación se consolidó cuando, tras la victoria de Constantino sobre el Imperio Romano y el Edicto de Milán (313 d.C.), el cristianismo pudo manifestarse públicamente. La emperatriz Helena, madre de Constantino, durante su peregrinación a Tierra Santa hacia el año 326, promovió la construcción de una basílica sobre este sagrado lugar, consagrada el 31 de mayo del 339. Este primer templo, una basílica de cinco naves con un octágono en el ábside oriental que permitía ver la gruta subyacente, marcó el inicio de la veneración ininterrumpida del sitio.
La basílica constantiniana sufrió daños durante la revuelta samaritana del siglo VI. Fue reconstruida esencialmente en su forma actual por el emperador Justiniano I hacia el año 565, quien elevó el nivel del suelo, modificó el acceso a la gruta y erigió la estructura de tres naves (una central amplia y dos laterales más estrechas) que ha perdurado hasta hoy. A pesar de los avatares históricos, incluidas las invasiones persas (614) y musulmanas (siglo VII), el templo se salvó de la destrucción, según la tradición, porque los invasores reconocieron en los mosaicos de la fachada la representación de los Magos de Oriente vestidos a la usanza persa. Esta basílica justinianea es, por tanto, uno de los templos cristianos en uso más antiguos del mundo, un auténtico monumento vivo de la antigüedad cristiana.
D. Celestino Rodríguez (Fundador y Miembro de la Junta de Gobierno de la Hermandad de Los Estudiantes y de la A. M. San Salvador de Oviedo, de la que es también Director) en el lugar en dónde Jesús, el Redentor de la Mundo, nació..."y el Verbo se hizo carne".
El interior de la basílica conduce al lugar más venerado: la Gruta de la Natividad, una caverna natural de piedra caliza ubicada directamente bajo el presbiterio. En el suelo de esta gruta, una estrella de plata con catorce puntas, inscrita con la frase "Hic de Virgine Maria Iesus Christus natus est" (Aquí nació Jesucristo de la Virgen María), marca el punto exacto del nacimiento. A pocos metros se encuentra el Altar del Pesebre, que señala el lugar donde, según la tradición, María colocó al recién nacido. La sencillez y el recogimiento de este espacio subterráneo contrastan con la majestuosidad de la basílica superior, creando una profunda experiencia espiritual que conecta al peregrino con el evento histórico de la Encarnación en toda su humildad y trascendencia.
Administrada durante siglos por distintas comunidades cristianas, principalmente la Ortodoxa Griega, la Apostólica Armenia y la Católica (a cargo de la Custodia Franciscana de Tierra Santa), la Basílica de la Natividad es un símbolo perenne de la fe cristiana. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2012, su valor histórico, arquitectónico y religioso es incalculable. Para la Iglesia Católica, este lugar no es solo un relicario arqueológico, sino un "sacramento de piedra" que hace tangible la verdad de la fe: que el Verbo Eterno, en la plenitud de los tiempos, nació de María Virgen en la pobreza de Belén, cumpliendo las profecías y inaugurando la Redención para toda la humanidad. Cada peregrinación a este santuario renueva la conciencia de que el cristianismo se fundamenta en un hecho histórico ocurrido en un lugar concreto, donde Dios tocó la tierra y la transformó para siempre.








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