Ya ha pasado julio, mes de
grandes devociones marianas, como la Virgen del Carmen, festividad que este año
la Hermandad de Los Estudiantes ha querido celebrar ataviando a María Santísima
de la Esperanza de “Flor del Carmelo”, como llamaba a María el Beato Juan Pablo
II en un “Mensaje a la Orden del Carmen” con motivo de la dedicación del año
2001 a María. Su vestidor nos quiere presentar a la Esperanza de Oviedo con una saya marrón,
con un escapulario en su mano derecha, mientras que la izquierda va hacia su
corazón, cubierta por un manto blanco, como símbolo de faro y guía en nuestro
caminar.
El monte Carmelo es una montaña
de Palestina, al Norte de Israel, próxima al mar Mediterráneo. “Carmelo”
significa “jardín”, “vergel de Dios”. En el siglo VIII a.C. el profeta Elías
desafió desde allí a los sacerdotes paganos de Baal para reconducir a Israel al
culto del único Dios. Según la tradición, Elías y Eliseo establecieron con sus
discípulos en el monte Carmelo una tradición contemplativa, viviendo como
eremitas. Desde muy antiguo los cristianos se establecieron también allí,
imitando el estilo de vida de Elías y de la Virgen Santísima. Una vida de
trabajo, de escucha y meditación de la Palabra de Dios.
El profeta Elías vio “que se
alzaba del mar una nubecilla pequeña, cargada de esperanzas para la tierra
sedienta”. San Metodio escribe que, de modo similar a como la nube se levanta
del mar, sin llevar consigo la pesadez y amargura de las aguas, María surge “de
la corrompida raza de los hombres, sin contraer ninguna de sus manchas”.
El vergel de Dios es el Paraíso:
“Salida de la bondad divina, la creación participa en esa bondad” (Catecismo
299). La belleza de lo creado refleja la infinita belleza del Creador.
Solamente el pecado, la desconfianza hacia Dios, es capaz de empañar esa
belleza. María, redimida desde su concepción, preservada inmune de toda mancha
de pecado original, es la obra maestra de la creación. Ella, en atención a los
méritos de su Hijo, fue enriquecida, desde el primer instante de su existencia,
con una resplandeciente santidad del todo singular.
El jardín de Dios es el Edén,
pero es, sobre todo, el Cielo. La Virgen, desde el principio, es una porción de
tierra que se convierte en Cielo; la primicia de lo que la tierra, de nuevo,
está llamada a ser: el lugar donde Dios puede pasear porque han sido
aniquilados, para siempre, los enemigos del hombre. La Flor del Carmelo es el
anticipo de la “nueva tierra”, en la que los bienaventurados cumplen con
alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación
entera (cf Catecismo 1029).
Guillermo Juan Morado.
María: ¡Flor del Carmelo!
Flor del
Carmelo, Estrella del Mar
Siguiendo tu
camino es más fácil llegar
Flor del
Carmelo, Estrella del Mar
Vestidos de
tu gracia es más suave el caminar
Flor del
Carmelo, Estrella del Mar
Eres nuestra
bandera y eres Reina en tu humildad.
A puerto
seguro siempre nos llevarás
A Cristo el
Amado, hecho Vida en tu bondad
A El
acudimos y podemos confiar
Que los
hijos de esta Madre ¡El Cielo alcanzarán.!
María la
nube que al Cielo hizo temblar
Hoy nos abre
Su manto para en él descansar
A Ella
entregamos la patria y el hogar
Que no se
olvide nunca, su misión maternal.
Impreso en
el pecho, como marca familiar
El
escapulario, nos protege del mal
Así vamos confiados,
luz en la obscuridad
Somos hijos
de María ¡portadores de su paz!
Texto y
música: Betsaida
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