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jueves, 12 de septiembre de 2013

María, Flor del Carmelo

Ya ha pasado julio, mes de grandes devociones marianas, como la Virgen del Carmen, festividad que este año la Hermandad de Los Estudiantes ha querido celebrar ataviando a María Santísima de la Esperanza de “Flor del Carmelo”, como llamaba a María el Beato Juan Pablo II en un “Mensaje a la Orden del Carmen” con motivo de la dedicación del año 2001 a María. Su vestidor nos quiere presentar a la Esperanza de Oviedo con una saya marrón, con un escapulario en su mano derecha, mientras que la izquierda va hacia su corazón, cubierta por un manto blanco, como símbolo de faro y guía en nuestro caminar.

María Santísima de la Esperanza
"Flor del Carmelo"



El monte Carmelo es una montaña de Palestina, al Norte de Israel, próxima al mar Mediterráneo. “Carmelo” significa “jardín”, “vergel de Dios”. En el siglo VIII a.C. el profeta Elías desafió desde allí a los sacerdotes paganos de Baal para reconducir a Israel al culto del único Dios. Según la tradición, Elías y Eliseo establecieron con sus discípulos en el monte Carmelo una tradición contemplativa, viviendo como eremitas. Desde muy antiguo los cristianos se establecieron también allí, imitando el estilo de vida de Elías y de la Virgen Santísima. Una vida de trabajo, de escucha y meditación de la Palabra de Dios.






El profeta Elías vio “que se alzaba del mar una nubecilla pequeña, cargada de esperanzas para la tierra sedienta”. San Metodio escribe que, de modo similar a como la nube se levanta del mar, sin llevar consigo la pesadez y amargura de las aguas, María surge “de la corrompida raza de los hombres, sin contraer ninguna de sus manchas”.







El vergel de Dios es el Paraíso: “Salida de la bondad divina, la creación participa en esa bondad” (Catecismo 299). La belleza de lo creado refleja la infinita belleza del Creador. Solamente el pecado, la desconfianza hacia Dios, es capaz de empañar esa belleza. María, redimida desde su concepción, preservada inmune de toda mancha de pecado original, es la obra maestra de la creación. Ella, en atención a los méritos de su Hijo, fue enriquecida, desde el primer instante de su existencia, con una resplandeciente santidad del todo singular.






El jardín de Dios es el Edén, pero es, sobre todo, el Cielo. La Virgen, desde el principio, es una porción de tierra que se convierte en Cielo; la primicia de lo que la tierra, de nuevo, está llamada a ser: el lugar donde Dios puede pasear porque han sido aniquilados, para siempre, los enemigos del hombre. La Flor del Carmelo es el anticipo de la “nueva tierra”, en la que los bienaventurados cumplen con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera (cf Catecismo 1029).

Guillermo Juan Morado.




María: ¡Flor del Carmelo!

Flor del Carmelo, Estrella del Mar
Siguiendo tu camino es más fácil llegar
Flor del Carmelo, Estrella del Mar
Vestidos de tu gracia es más suave el caminar
Flor del Carmelo, Estrella del Mar
Eres nuestra bandera y eres Reina en tu humildad.

A puerto seguro siempre nos llevarás
A Cristo el Amado, hecho Vida en tu bondad
A El acudimos y podemos confiar
Que los hijos de esta Madre ¡El Cielo alcanzarán.!

María la nube que al Cielo hizo temblar
Hoy nos abre Su manto para en él descansar
A Ella entregamos la patria y el hogar
Que no se olvide nunca, su misión maternal.

Impreso en el pecho, como marca familiar
El escapulario, nos protege del mal
Así vamos confiados, luz en la obscuridad
Somos hijos de María ¡portadores de su paz!


Texto y música: Betsaida

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