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martes, 9 de diciembre de 2025

Formación Cofrade: La Sentencia de Cristo: Juicio y Condena en los Cuatro Evangelios


El contexto histórico y religioso del juicio

La sentencia de Jesucristo fue el resultado de un proceso complejo que involucró tanto las autoridades religiosas judías como el poder político romano. Según los Evangelios, después de su arresto en el Huerto de Getsemaní, Jesús fue conducido primero ante Anás (suero político del Sumo Sacerdote) y luego ante Caifás, el Sumo Sacerdote en funciones (Juan 18:13-24; Mateo 26:57). Allí, el Sanedrín buscó testimonios falsos para condenarlo por blasfemia, acusación que surgió cuando Jesús afirmó ser el Mesías, el Hijo de Dios, declarando: "Tú lo has dicho" ante la pregunta de Caifás, y refiriéndose a su futura exaltación a la diestra del poder divino (Mateo 26:63-66; Marcos 14:61-64). Este juicio religioso, realizado de noche y con irregularidades procesales según la ley judía, culminó con la decisión de entregar a Jesús a Poncio Pilato, el gobernador romano, pues la autoridad romana reservaba para sí la potestad de ejecutar penas capitales.




Jesús ante Poncio Pilato, el gobernador romano

Los Evangelios sinópticos y el de Juan coinciden en que, por la mañana, Jesús fue llevado ante Pilato en el pretorio (Juan 18:28; Mateo 27:11). Las autoridades judías presentaron una acusación política, tergiversando su mensaje: afirmaron que Jesús se declaraba "Rey de los judíos", lo que podía interpretarse como subversión contra el Imperio Romano (Lucas 23:2; Juan 18:33). Pilato interrogó a Jesús en privado, preguntándole: "¿Eres tú el Rey de los judíos?", a lo que Jesús respondió: "Tú lo dices" (Marcos 15:2), pero aclaró que su reino "no es de este mundo" (Juan 18:36). Pilato, tras interrogarlo, declaró no encontrar ningún delito en él (Juan 18:38; Lucas 23:4), intentando liberarlo conforme a la costumbre de indultar a un preso durante la Pascua.


La intervención de Herodes Antipas y el fracaso del intento de liberación

Según el Evangelio de Lucas, al enterarse Pilato de que Jesús era galileo, lo envió a Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, que se encontraba en Jerusalén (Lucas 23:6-12). Herodes, esperando ver algún milagro, interrogó a Jesús, pero este guardó silencio. Después de burlarse de él y vestirlo con un manto lujoso, Herodes lo devolvió a Pilato sin condenarlo, estableciéndose así una reconciliación entre ambos gobernantes. Este episodio subraya la inocencia de Jesús ante las autoridades políticas, pues ni Herodes ni Pilato hallaron causa para la pena de muerte. Sin embargo, la presión de la multitud, instigada por los sumos sacerdotes y los ancianos, aumentó, exigiendo la liberación de Barrabás, un insurgente y asesino, en lugar de Jesús (Mateo 27:15-20).


La flagelación y la coronación de espinas, un preludio de la sentencia

Ante la creciente presión, Pilato intentó una solución intermedia: mandó flagelar a Jesús, esperando que este castigo satisficiera a la multitud (Juan 19:1; Marcos 15:15). Los soldados romanos, tras azotarlo, lo sometieron a una burla cruel: lo vistieron con un manto púrpura, le colocaron una corona de espinas en la cabeza y lo aclamaron sarcásticamente como "Rey de los judíos" (Mateo 27:28-30; Juan 19:2-3). Pilato lo presentó ante el pueblo diciendo "¡He aquí el hombre!" (Ecce Homo, Juan 19:5), con la esperanza de despertar compasión, pero la turba, influenciada por los líderes religiosos, gritó: "¡Crucifícalo!" (Juan 19:6). Este momento refleja la inhumanidad del poder y la manipulación de la justicia por intereses particulares.


La sentencia final y la responsabilidad proclamada por Pilato

Finalmente, Pilato, temiendo un motín y deseando mantener el orden político (Juan 19:12), cedió a la exigencia popular. Se lavó las manos simbólicamente ante la multitud, declarando: "Inocente soy de la sangre de este justo; allá vosotros" (Mateo 27:24), a lo que el pueblo respondió: "Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos" (Mateo 27:25). Entonces, Pilato dictó la sentencia formal: condenó a Jesús a la crucifixión, el suplicio reservado a los esclavos y rebeldes, y lo entregó a los soldados (Marcos 15:15). La inscripción en la cruz, "Jesús Nazareno, Rey de los judíos" (INRI, Juan 19:19), escrita en hebreo, latín y griego, aunque pretendía ser una burla, se convirtió en una proclamación involuntaria de la verdad mesiánica.



Significado teológico y redentor de la sentencia en la fe católica

Para la fe católica, la sentencia de Cristo no fue un mero error judicial, sino parte esencial del misterio de la Redención. Jesús, el Siervo Sufriente profetizado por Isaías (Isaías 53:7-8), aceptó libremente la condena injusta para cargar con los pecados de la humanidad (1 Pedro 2:24). Su silencio ante Pilato y Herodes manifestó su obediencia al Padre (Filipenses 2:8), y su crucifixión, bajo sentencia romana, cumplió el designio salvífico de abrir las puertas del cielo a todos los pueblos. La Iglesia ve en este juicio la revelación del amor extremo de Dios, que asume la injusticia humana para transformarla en fuente de gracia, invitándonos a reflexionar sobre la dignidad de la justicia y nuestra responsabilidad ante el sufrimiento de los inocentes.


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