El actor recordó que «son muchos los que viven clavados en
la cruz de la marginación, la injusticia y el desamparo sin que salgamos a su
encuentro»
03.04.12 Azahara Villacorta | Gijón.
en el pasillo central de San Pedro, donde el popular actor leyó el pregón de Semana Santa. : (Fotografía: Purificación Citoula) |
«Me enorgullezco, hoy como nunca, de pertenecer a este
pueblo único»
«Nada tiene que ver esta iglesia de San Pedro con aquella
otra destruida por la sinrazón»
«No hay lugar en el que encuentre más paz que el banco de
una iglesia»
El
actor declama un pregón marcado por la solemnidad. (Fotografía: Purificación Citoula) |
Nunca la iglesia de San Pedro
estuvo tan repleta y nunca un pregón de Semana Santa tan bien impostado. Nunca
hasta ayer, cuando un redoble de tambores y la Junta Mayor de Cofradías y
Hermandades Penitenciales de Gijón recibieron a Arturo Fernández en loor de
multitudes y mucho más contenido de lo que acostumbra, impecable en la
vestimenta de grises y negros, «embargado por la emoción», repetía una y otra
vez desde que se bajó del taxi.
Les esperaban en el exterior
decenas de personas pidiéndole «una foto, chatín» y, en los bancos, su
inseparable mujer de tantos años, Carmen Quesada, familiares, amigos y
autoridades como el cuarto teniente de alcalde del Ayuntamiento de Gijón,
Manuel Arrieta, la portavoz del grupo municipal del Partido Popular, Pilar
Fernández Pardo, el teniente coronel de la Guardia Civil, Juan Bautista
Martínez Raposo, a quien expresó su «admiración a la Benemérita», o el
magistrado Bernardo Donapetry. Fue el presidente de la Junta Mayor de Cofradías
y Hermandades, Ignacio Alvargonzález, el encargado de presentarlo. Una tarea,
dijo, «osada e innecesaria en Gijón».
Así fue cómo, después de
agradecer al Consistorio la «renovada presencia institucional, tras algunas
décadas de interrupción» que los cofrades interpretan como «la más sana
normalidad», Alvargonzález recordó que el elegido para pregonar la Pasión es
«un gijonés de la Puerta de la Villa, educado muy cerca de la iglesia de San
Pedro, con los Hermanos de la Salle, o baberos de Cimadevilla, justo en el
mismo emplazamiento donde hoy tienen sus cuarteles las cofradías gijonesas» y
que, muy poco tiempo después, «hizo sus pinitos en el boxeo, donde se ganó el
apodo del 'Tigre del Piles'»
O cómo, «para varias generaciones
de gijoneses, resulta prácticamente imposible imaginar la Semana Grande de Begoña
sin estos tres ingredientes: los fuegos artificiales, las corridas de toros y
Arturo Fernández en el Jovellanos, llenando día tras días las funciones».
Con la misma impresión de patio
de butacas a rebosar y de público expectante ante «uno de los galanes más
destacados de los últimos tiempos y de la alta comedia», tomó la palabra «el
maestro de la elegancia y la caballerosidad, el paradigma perfecto del gijonés,
equilibrio entre porte distinción y retranca playa» para proclamar, esta vez de
veras y no de bromas, que, «desde que retomara su andadura en 1995, la Semana
Santa engrandece nuestro Gijón del alma gracias al esforzado trabajo de las
Cofradías y Hermandades Penitenciales y al apoyo y el fervor con que tanto
anima ese esfuerzo la feligresía gijonesa».
Gijón y Arturo. Arturo y Gijón.
«Ese pueblo único al que, hoy como siempre, hoy como nunca, me enorgullezco de
pertenecer», empezó el actor, quien explicó que cuando recibió la llamada de
José Ramón Fernández Costales no pudo hacer otra cosa que responder. «¡Gijón me
pide algo! Y pocas cosas me llenan más que atender una llamada, cualquier
llamada, de mi tierra».
Después de semejante declaración
de intenciones, con los espectadores y el «reverendo párroco», Javier Gómez
Cuesta, ya ganados de antemano, el playu más universal se detuvo en «la bella
imagen que la iglesia mayor de San Pedro nos ofrece hoy y aquella otra derruida
por la sinrazón ante a la que a a diario pasaba camino del Colegio de San
Eutiquio. Aquella que fuera testigo mudo de aquel niño que, de la Escalerona al
pedrero, solaba con ser tan buen futbolista como lo fuera su padre, ausente
también por la misma sinrazón».
Pasaron los años y, «hasta hoy,
no hay lugar en el que aquel niño, ya grande, encuentre más paz, más luz, que
en el banco de una iglesia. A ser posible, vacía», confesó «el egoísmo».
Y, como no podía ser de otra
manera, Arturo Fernández dedicó su pregón «a las mujeres de la vida de Jesús».
Mujeres como «La Verónica, esa figura que encarna los más sólidos valores
femeninos: valentía y compasión», A las mujeres que les precedieron. Pregoneras
como María Teresa Álvarez o Sor Marisela, con la que se conmovió recordando que
«son muchos los que viven clavados en la cruz de la marginación, la injusticia
y el desamparo sin que salgamos a su encuentro». O como La Virgen de la
Soledad, que «este año estará abrigada por un prodigioso manto tejido por las
manos de las monjas clarisas de Villaviciosa y que lucirá en su cuello un
hermoso broche de esa piedra tan asturiana, el azabache. Ambas joyas, fruto de
una donación que prefiere mantenerse en el anonimato».
Así, con la tensión arriba,
concluyó: «Felices vosotros, mis queridos amigos, que vais a tener el gran
privilegio de celebrar la Gloriosa Resurrección del Señor en mi Gijón del
alma». Él no podrá, «por trabajo». Ovación y más fotos, «chatín».
http://www.elcomercio.es/v/20120403/gijon/arturo-fernandez-semana-santa-20120403.html
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