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lunes, 16 de marzo de 2020

Cuaresma 2020: Meditación ante la Cruz de Cristo



Delante de nosotros está Jesús, el que pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos, el que curó a todo tipo de enfermos y recuperó para la vida a los marginados, el que perdonó a los pecadores y buscó a los descarriados, el que proclamó el Reino de Dios para los pobres y les dio la buena noticia de su liberación, el que desenmascaró el entramado social de las castas privilegiadas de su época, el que denunció la hipocresía de los dirigentes religiosos, el que criticó la religión cuando ésta se convierte en engaño y alienación para la gente, cuando las prácticas religiosas se alejan de la práctica de la misericordia, de la compasión y de la solidaridad.



Jesús ha cumplido su misión. No había razón ni causa de su crucifixión, pero él está en la cruz, condenado y abocado ya a la muerte inminente. Pero en la muerte de Jesús, tal como él la afrontó y vivió, hay mucho más que un asesinato. En este tipo de muerte se ha consumado el amor más grande de la historia humana, el que consiste en dar la vida por los demás, por los amigos y por los enemigos, por los justos y los injustos, por los pobres y por los pecadores. "Misión cumplida" ¯Esto parece decir Jesús¯. Ha llegado la hora de la gloria y de la vida a través de la muerte. Es la hora en que el grano de trigo muere para dar mucho fruto, para que los demás tengan una vida abundante y nueva. Es el paso definitivamente transformador del corazón humano. Lo que importa es que se ha consumado un amor sin límites. Un amor a fondo perdido, un amor que todo lo perdona, que todo lo espera, que todo lo aguanta, que todo lo cree. Es el amor que no pasa nunca, porque es eterno. Es el amor de quien nos amó hasta el fin y en ese amor inmenso, misericordioso y bueno está Dios.

Y ese amor se ha consumado entre el cielo y la tierra, entre lo humano y lo divino, en este Jesús crucificado. De esa alianza en el amor la humanidad ha quedado preñada para parir una criatura nueva, redimida y perdonada, rehabilitada y capacitada para abrirse al Espíritu de Dios que resucitará a Jesús y nos dará un nuevo brío a los seres humanos en cualquier parte de la tierra. Por eso Jesús dice: ¿Está cumplido! Su rostro ya irradia paz porque la tensión ya ha pasado, el amor de Jesús ha transformado la violencia en ternura, la crueldad en dulzura, el rencor en perdón, el insulto en bendición, la traición en reconciliación, la fragilidad en fortaleza, la desesperación en confianza, el pecado en gracia, y la muerte será transformada en vida por la resurrección. Ésta es la verdadera pasión de Cristo. No tanto los hechos dolorosos que soportó en la cruz hasta la muerte, cuanto el amor sin límites con que él afrontó y vivió el sufrimiento para infundir una nueva vida al género humano. Él nos capacita por su sacrificio redentor, por la acción de su espíritu y con su ejemplo, para que todos nosotros cumplamos también nuestra misión. La obra de Jesús está consumada. La cruz es su obra perfecta, la de la glorificación del Padre a través del Amor del Hijo. Por eso la celebramos hoy en el día de su exaltación.

José Cervantes Gabarrón es sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura.

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