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jueves, 11 de abril de 2024

Reflexión evangélica: "Dejad que los niños vengan a mí"



En el Evangelio según San Mateo (Mt 19:13-15), encontramos un pasaje conmovedor que nos muestra el corazón tierno y compasivo de nuestro Señor Jesucristo. En este relato, algunas personas trajeron niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos, pero los discípulos intentaron apartarlos. Sin embargo, Jesús los reprendió y les dijo: "Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el Reino de los Cielos".


Este pasaje nos ofrece una profunda enseñanza sobre la importancia de la humildad, la confianza y la sencillez en nuestra relación con Dios. Los niños, con su inocencia y su corazón puro, son un recordatorio de la actitud que debemos tener para acercarnos a Dios: con humildad, confianza y total dependencia de su amor y su gracia.


Jesús nos invita a acercarnos a él con la misma sencillez y confianza que tienen los niños. Nos recuerda que el Reino de los Cielos pertenece a aquellos que son como niños en espíritu, aquellos que confían plenamente en la providencia y el cuidado amoroso de Dios. Nos desafía a dejar de lado nuestro orgullo y nuestra autosuficiencia, y a abrazar la humildad y la confianza de un niño pequeño.


En un mundo lleno de preocupaciones y ansiedades, es fácil perder de vista la sencillez y la confianza de un niño. Nos preocupamos por el futuro, nos agobiamos con nuestras responsabilidades y nos afanamos por alcanzar el éxito y la prosperidad material. Pero Jesús nos recuerda que el Reino de los Cielos no se gana con esfuerzos humanos, sino con un corazón abierto y confiado que se entrega totalmente a la voluntad de Dios.


Al acercarnos a Jesús con la actitud de un niño, podemos experimentar la alegría y la paz que vienen de confiar en su amor y su providencia. Podemos dejar de lado nuestras preocupaciones y ansiedades, y descansar en la seguridad de que Dios cuida de nosotros como un padre amoroso cuida de sus hijos. Podemos abrir nuestro corazón a la gracia transformadora de Dios y permitir que su Espíritu Santo nos llene con su amor y su paz.


En este pasaje del Evangelio, Jesús nos invita a renovar nuestra fe y confianza en él. Nos recuerda que no importa cuán pequeños o insignificantes nos sintamos, siempre somos amados y valorados por Dios. Nos desafía a dejar de lado nuestras preocupaciones y a confiar plenamente en su providencia y su cuidado amoroso. Y nos ofrece la promesa de que aquellos que se acercan a él con corazón de niño serán recibidos en el Reino de los Cielos con los brazos abiertos.


Que este pasaje del Evangelio nos inspire a acercarnos a Jesús con la sencillez y la confianza de un niño pequeño. Que nos recuerde que somos amados y valorados por Dios, y que podemos descansar en su amor y su providencia en todas las circunstancias de la vida. Y que podamos experimentar la alegría y la paz que vienen de confiar plenamente en él y en su amoroso cuidado.


Amén.

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