IVÁN VILLAR/GIJÓN - Lunes, 9 de abril de 2007
Eran tres marchas y era una. Mañana de encuentro
y emoción. Gijón se desperezaba aún al mediodía cuando entre las calles comenzó
a reverberar un lejano tocar de tambores. Se oía por Cimadevilla, por El Carmen,
entre las paredes de la ruta vacía de los vinos... Era Domingo de Resurrección y
el ruido de percusión invitaba a buscar las procesiones; llamaba a su
encuentro.
La primera partió de San José. El Cristo Resucitado, segundo
año en la calle, esperaba frente al templo la salida de misa, mientras por
Álvarez Garaya se acercaban en formación una treintena de cofrades del Santo
Sepulcro con su estandarte cerrado aún por un lazo de luto. A quince minutos
para las doce se cortó el tráfico desde el Humedal. Todo estaba listo para
iniciar la marcha.
Las imágenes de la Virgen de la Alegría y del Cristo Resucitado, a hombros de cofrades del Santo Sepulcro, se encuentran tras el Ayuntamiento. (Fotografía: P. UCHA) |
A la señal de corneta de la Banda de Guerra del
Regimiento Príncipe número tres, siete soldados de la escuadra de gastadores del
acuartelamiento Cabo Noval se cuadraron arma en alto, dispuestos a escoltar el
paso. Sonó el himno de España y los cofrades empezaron a empujar el paso, que
caminaba sobre una alfombra de flores amarillas, blancas y malvas. La imagen del
Cristo se encaminó por Álvarez Garaya y la plaza del Carmen, hasta Munuza y San
Bernardo. Le acompañaban el rector de la Basílica del Sagrado Corazón, Julián
Herrojo; medio centenar de fieles y las notas militares de gaitas y
tambor.
Virgen de la Alegría
Al mediodía, desde los
almacenes de la Comandancia de Marina, salía la Virgen. Llamaron a su puerta los
tambores de la banda de la Junta Mayor de Cofradías, acompañados por los
cofrades de la Santa Misericordia. Frente a la Alegría, antes de emprender la
marcha, se entonó la primera Salve y, tras un golpe seco de campanilla, los
portadores del Santo Sepulcro izaron la imagen rumbo al encuentro. La escolta en
este caso le correspondió a la sección de gala de Protección Civil, que aportó
siete voluntarios a esta labor.
La virgen, con manto negro, avanzó lenta
por el paseo de Claudio Alvargonzález. Hubo poca expectación y, más que público,
la marcha se encontró turistas que se veían sorprendidos por la procesión en su
paseo matinal junto al mar. «¿Pero hay procesiones hoy?», exclamaba alguien al
paso de la Virgen junto a Pelayo. Otros simplemente atendían con un ojo en los
capirotes y el pensamiento en Cádiz: «¿Gol del Sporting!».
La mayor
devoción se centraba en torno al Campo Valdés, donde un abundante público vio
salir, también al mediodía, la imagen de San Pedro Apóstol del templo del mismo
nombre. Al discípulo lo llevaban en hombros los cofrades de la Santa Vera Cruz y
le empujaban en música los integrantes de la Agrupación Musical San Salvador de
Oviedo. Pedro subió hacia Cimadevilla, y la gente se quedó esperando cerca del
templo, tomando posiciones para el esperado Encuentro.
«¿Ahí
viene!»
En el paseo del Muro, frente a la boca de Ventura Álvarez
Sala, empezaban a arremolinarse curiosos mirando hacia el final de la calle. Aún
no se veía nada, pero el ruido de tambores dejaba intuir que, de un momento a
otro, llegaría la procesión. «¿Ahí viene!», se escuchó. Y el Resucitado embocó
su último tramo hacia el punto de cita de las tres marchas. Eran las doce menos
cuarto.
La Policía empezó a dividir pasillos entre el corrillo, uno para
el paso de cada figura. Por la playa, el Cristo; por la plaza Mayor, la Virgen;
y el apóstol bajando del barrio marinero entre los sones de 'Tú has venido a la
orilla'. El mar era una balsa callada.
Antes del momento central de la
jornada, el presidente de la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades
Penitenciales, Ignacio Alvargonzález, tuvo unas palabras de agradecimiento para
los gijoneses: «Gracias a todo el pueblo de Gijón por el apoyo, calor y cercanía
de estos días. Habéis estado con nosotros hiciera frío, calor o lluvia. Vosotros
también sois parte de la Semana Santa. Feliz Pascua Florida a todos».
Los
cofrades exhortaron por tres veces a la Virgen: «Quita María ese manto, y
revístete de gala, que viene resplandeciente el que por muerto llorabas». Al
tercer ruego, la imagen de la Alegría se desprendió del luto de su manto y todos
los cofrades se descubrieron entre el aplauso del público. Después las figuras
de la Virgen y San Pedro se postraron tres veces cada una ante el
Resucitado.
El Encuentro llegó a su fin con repique de campanas en San
Pedro, mientras la figuras regresaban a los locales de las cofradías,
Cimadevilla arriba. Muchos de los asistentes se llevaron como recuerdo parte de
las flores que adornaban los tronos.
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