El Cura ha encargado que nos traigan una palma. La acercó el monaguillo y, como es tan alta –más que él, que ya es decir-, iba dando zamarrazos por todos los pasillos. Tan grande es que digo que se pierden los ojos mirándola hacia arriba. Como la palma es un símbolo bendito de la alegría, el Cura ha querido cargarnos de ella la casa para todo el año y hasta que sobre.
Con tantas confluencias de trajes nuevos, niños que cantan y palmas, pienso en esta paradoja de unas fiestas de sangre preparadas por un día de gozo sin límites. En realidad no hay tal contraindicación, porque la Cruz lo que hace es salvar y es, por tanto, fundamentalmente alegre. Cuando Cristo aceptó aquella feria del Domingo de Ramos, supo lo que se hacía. Es como en esas funciones en que al principio y al final salen los artistas tal como son, para decirnos que el dolor y la sangre que hay por medio es propio de la representación, que todos siguen vivos y alegres, que es lo importante. En la Semana Santa hay que llorar, porque es una pena que Cristo haya tenido que pasar eso por nosotros; pero, sobre todo, hay que reír y cantar, porque, ¡menudo cielo nos abre el Calvario en apenas unas horas!
DIOS HABLA TODOS LOS DÍAS/Diario de un enfermo
Manuel Lozano Garrido, Enfermos misioneros, marzo 1961, nº 54.
Fotografía: Eloy Alonso
Fotografía: Eloy Alonso
Semana Santa: un trozo del “diario” del Beato Manuel Lozano Garrido
Tres de los libros escritos por Lolo son su propio ‘diario’. Es una modo de exponer él una autobiografía, sencilla, tierna, a veces escalofriante: Dios habla todos los días (“Con estas líneas empiezo un diario”, escribe; era abril de 1959); Las golondrinas nunca saben la hora, continua el ‘diario’ a partir de junio de 1961; y por fin, Las estrellas se ven de noche (septiembre de 1965). Las galeradas de este último se las acercaba el chico de la imprenta a su casa minutos después de que hubiera muerto Lolo, cuando él -ciego desde hacía nueve años- ya estaba en la LUZ.
Beato Lolo
En todos sus libros son muchas las páginas en que desarrolla un tema crucial en toda su literatura: el valor redentor del dolor. Pero en estos ‘diarios’, llenos a la vez de su gracejo ingenuo y lleno de anécdotas, sin embargo se puede apreciar con toda su hondura el peso del día a día de su vida: vida vivida hasta el fondo, sorbida con fruición de esperanza y alegría; autoretrato y recuerdo de sus años vividos con pasión; peripecias sencillas, mezcladas con oración y reflexiones.
Muchas páginas de esos ‘diarios’ tienen la frescura del momento reciente, hasta el punto de que apenas vivido el minuto y el momento, esos fragmentos salían antes en la prensa, y luego se coleccionaban y completaban en ‘formato’ de libro.
Este artículo que sigue es una prueba de ello: Y de cómo se mezclan en él muchos de los temas preferidos de su pluma: oración de un místico, pobreza y sagrario, sufrimiento, y… alegría.
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