Es la fiesta del titular de la Catedral, San Salvador, la que se celebra el seis de agosto, la transfiguración del Señor. Es un regalo de la gran ternura de Cristo que hemos de interiorizar y celebrar para que no nos acongojemos frente al sufrimiento y la muerte.
Por la transfiguración, la luz de la Pascua de Jesús resplandece sobre nuestro camino. Es la luz que nos hace percibir el gran amanecer que está al final de nuestra experiencia terrena. Jesús se fue revelando a sus seguidores poco a poco, pero sólo permitió a tres de ellos vislumbrar la gloria de su divinidad. Jesús llevó a Pedro, Santiago y Juan, sus discípulos más íntimos, a un lugar elevado cuya ubicación más probable es el monte Tabor, en Galilea. Mientras oraban, los apóstoles vieron a Jesús conversar con Moisés, el dador de la ley, y con el profeta Elías. Las vestiduras de Cristo se volvieron blancas como la luz, y su rostro se tornó brillante como el sol. La luz de Tabor nos ayuda a contemplar la belleza y bondad que nos rodea.
La belleza es conocimiento; una forma superior de conocimiento que toca al hombre con toda la profundidad de la verdad.
Día de celebración en la Catedral, día para visitar a San Salvador en la Catedral y contemplar la belleza que en ella, a raudales, se nos regala para que transfigure nuestra vida.
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Fotografías: CARLOS TEIXIDOR CADENAS y Turismo OVIEDO
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