Juan de Mesa fue uno de los imagineros más importantes del siglo XVII en Andalucía. Él nace en Córdoba a finales del siglo XVI, pero se traslada a Sevilla a principios del siglo XVII para poder formarse. Consigue ser parte del taller de Juan Martínez Montañés. Con él estudia durante cuatro años, aunque hay expertos que barajan la teoría de que pudo haber empezado su aprendizaje en Córdoba para trasladarse posteriormente a Sevilla y unirse a este taller.
En su obra como artista cabe destacar la realización de multitud de imágenes de tipo procesional. Llego a considerársele un especialista en este tipo de obras y más concretamente en el modelo de Cristo crucificado y el Cristo nazareno. De hecho, hay expertos que hablan de que el modelo que él creó (dotado de un patetismo especial) sigue utilizándose hoy en día en las imágenes procesionales de nueva talla.
La obra que nos ocupa fue la última que realizó, porque los documentos hablan de que murió unos días antes de terminarla. Este tipo de iconografía, más conocida como la Piedad en referencia al grupo escultórico obra de Miguel Ángel, no es muy usual en el periodo que nos ocupa, eso hace que este conjunto tenga un valor especial. De hecho, no existen documentos que nos hablen de otro caso de Virgen Dolorosa dentro de la producción de Juan de Mesa.
Las dos imágenes que componen este grupo están talladas por separado. El Cristo posee todas las características de la obra de Juan de Mesa en este campo, es decir, un rostro en el que se observan todos los ademanes de una persona que acaba de fallecer y además con una muerte violenta, como fue la de Jesucristo. El brazo izquierdo se encuentra en una posición natural teniendo en cuenta la situación. Es el brazo derecho el que presenta una posición algo más antinatural, quizá reflejo del deseo de la madre que lo está sosteniendo de obtener un abrazo del cuerpo sin vida de su hijo. Este detalle hace creer a algunos expertos que quizás la figura del Cristo no fuera tallada ex profeso para este conjunto.
La imagen de la Virgen es también de una extraordinaria calidad. Esta se encuentra con su hijo muerto en su regazo tras haber fallecido en la cruz y haber sido descendido de la misma. El rostro tiene multitud de pequeños detalles que reflejan todos los matices de lo sufrido por ella. Su rostro aparece enrojecido, fruto de todo el dolor sufrido durante este proceso. La Virgen aparece con el ceño fruncido, pero no es algo especialmente exagerado, son solo leves detalles. Gran cantidad de lágrimas resbalan por su rostro, algo que una Virgen dolorosa debe tener siempre. Este conjunto es uno de los más queridos en la ciudad, además de despertar una gran devoción entre los cordobeses.
Ana de "Arte en Córdoba"
Fotografías: Diario ABC
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