La lluvia obligó a suspender la tradicional
procesión por las calles del centro, y a cambiar la bendición de San Tirso El
Real a la Catedral, donde el arzobispo ofició la misa
El refranero popular apunta que «lo que bien
empieza, bien acaba». Ayer, Domingo de Ramos, se demostró para alivio de los
fieles que esta máxima no siempre se cumple. Lo que comenzó con un repentino
cambio de planes a causa de la lluvia terminó con decenas de niños jugando con
sus palmas ya benditas bajo el sol, no de justicia, pero sí de derecho, en la
plaza de la Catedral.
A media mañana, mientras las vendedoras de ramos
predecían un mal jornal, las autoridades eclesiásticas anunciaban el cambio:
este año, en contra de lo previsto, la bendición no podría celebrarse en la
iglesia de San Tirso El Real. La Banda de Música 'Ciudad de Oviedo' fue
enfundando sus instrumentos a medida que el agua iba ganando en fuerza y
protagonismo. Finalmente, los músicos se fueron. Ya era definitivo: este año no
habría procesión.
La misa en la Catedral se convirtió, de este modo, en
el único reclamo para los devotos. Y fue más que suficiente. Todos los bancos y
las sillas preparados para la ocasión se llenaron durante hora y media que duró
el festejo y sus preliminares.
El arzobispo, Carlos Osoro, hizo su
entrada en el templo rodeado de 15 sacerdotes y bendijo a todos los niños que
encontró a su paso. Después, hizo lo propio con los ramos. La Eucaristía comenzó
con la lectura del Evangelio según San Lucas, que sirvió para recordar la
entrada de Jesucristo en Jerusalén, a burro y sobre un manto de ramos, que ayer
se conmemoraba.
El deán de la Catedral, Ángel Pandavenes, se mostró
«feliz» con el transcurso de la celebración, aunque reconoció que «otros años
hay más gente». Echó también en falta un recuerdo de la niñez: «Había muchos más
pequeños. Hoy en día, ves muchos padres y abuelos, pero pocos hijos y nietos».
Un problema que achaca, en parte, «a la baja natalidad, porque los que ahora
traen un niño antes traían cuatro», y a una creciente «falta de calor religioso
en algunas casas».
Pandavenes también se fijó en el aumento de
inmigrantes. «Muchos de los que vienen son suramericanos, de fe católica. Cada
vez hay más. Son gente, por lo general, muy joven que están muy lejos de su casa
y aún así siguen a Dios».
Tampoco quisieron fallar los concejales. En los
primeros bancos, se encontraba la ya habitual y amplia representación
consistorial. Entre los presentes estaban los ediles Agustín Iglesias Caunedo,
Gerardo Antuña, Silvia Junco, Isabel Pérez-Espinosa, Benjamín Rodríguez Cabañas,
Concepción García, Carmen Manjón y José Manuel Suárez Bocero, entre
otros.
Alfonso Román López, concejal de Cultura y Deportes, lamentó a su
salida que «el sol no apareciese antes para poder hacer la procesión». Mirando
al cielo, ya azul, expresó su deseo de que los claros fuesen «premonitorios»
para todo el periodo vacacional. «La hostelería y la hotelería esperan que esta
sea una semana muy importante dentro del calendario. Esperemos que los turistas
se animen y venga mucha gente», dijo. De todas formas, puntualizó, «normalmente,
vienen a Asturias en busca de buena gastronomía, cultura y paisaje, por lo que
no están tan sujetos al tiempo».
A Jaime Reinares, teniente de alcalde,
la mañana le sirvió para echar la vista atrás: «Es un día muy feliz. Antes,
estrenábamos ropa. El Domingo de Ramos me hace recordar la ilusión que me hacía
ponerme mis sandalias o pantalones nuevos». Su momento preferido, dice, era el
de «bendecir la palma para luego dársela a los padrinos». Tradición que el
equipo de gobierno aún mantiene. Todos portaron unas homogéneas y gigantes
palmas a su entrada en la iglesia. Seguro que alguno, además, estrenó
zapatos.
Ropa nueva
Como otros muchos pequeños, Ana, Miguel y
Rosa, tres hermanos de 9, 7 y 4 años, se presentaron en la Catedral de punta en
blanco. Aunque, tras saltar por los charcos ante las súplicas inútiles de su
abuela, confesaron que de lo que realmente tenían ganas era de que «llegue ya el
día del bollo, porque vamos a poder comernos la casa de chocolate».
En La
Tenderina tuvieron más suerte. Para cuando la procesión del Santísimo Cristo de
la Misericordia salió de la iglesia de San Francisco Javier, las nubes se habían
alejado. Los 40 costaleros de la Agrupación Musical San Salvador pudieron
estrenar su nueva parihuela para cargar la cruz al estilo sevillano, sobre el
cuello y no sobre los hombros. El año que viene repetirán, ya como
cofradía.
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