San Francisco Javier destacó en la historia y se convirtió en Santo de la Iglesia Católica por la labor religioso misionera que desplegó en el siglo XVI a instancias de la Compañía de Jesús. Francisco de Jasso Azpilcueta Atondo y Aznares de Javier, nació el 7 de abril del año 1506, en el Reino de Navarra donde su padre se desempeñaba como presidente del Real Consejo de los Reyes de Navarra.
- SAN FRANCISCO JAVIER -
3 de diciembre
PATRONO DE LOS MISIONEROS
Su infancia estuvo signada por enfrentamientos bélicos que terminaron con la pérdida de la autonomía del reino en el que nació.Incluso, sus hermanos participaron de la lucha y su casa fue destruida por haber sido centro de las reuniones de resistencia.
Hacia el año 1524 surge en él la inquietud religiosa y entonces se dirige a París a estudiar. En esta ciudad conocería a quien sería un íntimo amigo y tiempo después fundador de la orden jesuita, San Ignacio de Loyola, y asimismo tiene lugar el nacimiento de la idea de la fundación de la Compañía de Jesús.
En 1534 terminan los estudios e inmediatamente se prometen dedicarse a la caridad, viajar juntos a la tierra prometida y cumplir un voto de castidad. Unos años después vuelven a reunirse y visitarán al Papa Paulo III para pedirle su autorización para la orden, la cual obtendrán unos años más tarde.
En 1540 emprende el camino de misionero que lo destacará y lo inmortalizará en las grandes páginas de la historia de la Iglesia Católica, y claro en las de su orden también. Su actividad misional se centró especialmente en el oriente, por caso se lo conoce también como Apóstol de las Indias, y se caracterizó por su intensidad y su lucha, especialmente, en lo que respecta a la defensa de las minorías maltratadas tal era el caso de los negros.
Falleció joven, a la edad de 46 años, en China, un 3 de diciembre del año 1522. En el año 1622, el Papa Gregorio XV lo canoniza junto a su gran amigo San Ignacio de Loyola.
ORACIONES ATRIBUIDAS A SAN FRANCISCO JAVIER
A LAS CINCO LLAGAS
Señor mío Jesucristo, en cuya mano están todas las cosas, y no hay nadie que pueda resistir vuestra voluntad, que os habéis dignado nacer, morir y resucitar: por el misterio de vuestro Santísimo Cuerpo, y por las cinco llagas, y el derramamiento de vuestra preciosísima sangre, compadeceos de nosotros, como vos sabéis lo necesitamos en nuestras almas y en nuestros cuerpos; libradnos de las tentaciones del demonio y de todo lo que veis que nos aflige; y conservadnos y fortalecednos hasta el fin, en vuestro servicio, y dadnos una verdadera enmienda, y espacio de verdadera penitencia, y el perdón de todos los pecados después de la muerte; y haced que amemos a nuestros hermanos, hermanas, amigos y enemigos; y que con todos los Santos gocemos eternamente en vuestro reino, que con Dios Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis, Dios por los siglos de los siglos. Amén.
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AFECTOS DE AMOR
Para serviros, Dios mío, no me mueve el terror de vuestra mano arrojando rayos, ni el horror del fuego del infierno ardiendo eternamente: Tú me mueves, Dios mío, por ti mismo: Tú, Jesucristo, atravesado, me atraes, la Cruz me obliga, y me enciende, oh Jesús; la sangre que brota de tus llagas. Si no existiese el fuego del infierno y se quitase la esperanza de la gloria, yo, sin embargo, oh Criador mío, prendado de vuestras bondades, admirando vuestra sublime divinidad, santa y próbida, proseguiré en el amor ya comenzado. A ti, Jesús, Hijo de Dios, a ti, Hijo de la Virgen, manso, fuerte, inocente, que te dignaste morir por nosotros, que todo lo mereces, te amaré sin recompensa.
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ACTO DE AMOR
¡Oh Dios mío! Yo os amo; y no os amo porque me salvéis, o porque castiguéis con fuego eterno a los que no os aman. Vos, vos, Jesús mío, habéis abrasado todo mi ser en la Cruz; sufristeis los clavos, la lanza, las ignominias, innumerables dolores, sudores, angustias, y la muerte: y esto, por mí y por mí pecador. ¿Por qué, pues, no te he de amar, oh Jesús amantísimo? No porque me lleves al cielo, o porque me condenes al infierno, ni por esperanza de algún premio; sino así como vos me amasteis, así os amo y os amaré: sólo porque sois mi Rey y sólo porque sois mi Dios. Amén.
Fotografía:
San Francisco Javier, de Juan de Mesa
Archidiócesis de Sevilla
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