Cristo muerto en la Cruz, es la imagen central del arte cristiano. Varía de una etapa a otra, reflejando el pensamiento y el sentimiento de la época en que se realiza y expresando el hecho cristiano por medio de símbolos y alegorías, como sucede en el arte medieval y en el período de la Contrarreforma, o reproduciendo la figura solitaria de Jesús en la Cruz. (En la fotografía que ilustra este artículo, podemos contemplar la "Calavera de Adán" al pie de la Cruz del Santísimo Cristo de la Misericordia y Monsacro, obra del escultor imaginero D. José Miguel Tirao Carpio).
La Iglesia primitiva rehuyó el tema: el cristianismo perseguido por los romanos representaba la Crucifixión simbólicamente como el Cordero que representa a Cristo yuxtapuesto a una Cruz; incluso cuando el emperador Constantino aprobó el cristianismo, se seguía representando la Cruz sin la figura de Cristo. La imagen de la Crucifixión, tal como la conocemos, apareció por primera vez en el siglo VI, pero fue poco frecuente hasta la época carolingia, cuando sus representaciones se multiplicaron en marfiles, trabajos en metal y manuscritos.
Decían los escritores medievales que la Cruz estaba hecha con la misma madera del Árbol del Conocimiento del Paraíso terrenal y que Adán fue enterrado en el mismo lugar en que se produjo la Crucifixión. La calavera que suele verse al pie de la Cruz en muchas pinturas en la Edad Media, el renacimiento, incluso durante el Barroco, alude no sólo al Gólgota, lugar de la calavera, sino al propio Adán. Esta iconografía aparece por primera vez en el siglo IX, y desde entonces se repite en el arte. El simbolismo de la calavera, al pie de la Cruz de la que pendió Jesucristo, se debe a una antigua tradición judeocristiana que suponía que en el monte Gólgota era donde estaba enterrado Adán, hombre por el que entró el pecado y la muerte en el mundo. Este motivo cristiano encuentra su sentido en esta tradición cristiana que explicita que allí donde yacían los restos mortales del primer hombre pecador, se izó la Cruz en la que el Hijo de Dios, Jesucristo, muere inmolado para redimirnos del pecado original y rescatarnos de la muerte, justamente el pecado que cometió Adán, dándonos la vida eterna. Es en el fondo un símbolo del triunfo de la Cruz sobre el pecado y la muerte, y una clara alusión a la Resurrección de Cristo.
Los huesos al pie de la cruz hacen pues, referencia tanto al significado de Gólgota que dieron los evangelistas, esto es, calavera, como a la presencia de Adán bajo el Gólgota, testimoniando una tradición, recogida en el Libro de Adán y Eva de Etiopía y en Cueva de los tesoros, que gozó de gran difusión en la Edad Media, según la cual el primer hombre fue enterrado en el mismo lugar en que iba a ser sacrificado Cristo, donde vería su salvación. En Cueva de los tesoros, se dice que cuando «el Mesías obtuvo la victoria por la lanza, fluyeron sangre y agua de su costado, corrieron abajo hacia la boca de Adán y fue su bautismo y así fue bautizado»; por consiguiente, en los huesos de Adán debe verse la caída y la promesa cumplida de redención.
Durante las excavaciones realizadas por arqueólogos españoles encabezados por Florentino Diez Fernández entre 1976 y 1978, descubrieron en la cara oriental, a unos 4 metros por debajo de la cima, una cavidad que se correspondería con la Cueva de Adán o gruta de los Tesoros, citada en la literatura apócrifa. Y por los vestigios encontrados (estucos e inscripciones) probablemente sería el lugar de culto más antiguo de los cristianos.
FUENTE: MUSEO DE LA PASIÓN
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