Hace más de dos mil años una
familia por orden del emperador Augusto se desplazó desde Nazaret, ciudad de
Galilea, hasta la ciudad de origen del cabeza de familia, José, que era Belén
de Judea para censarse. Su esposa estaba en estado de buena esperanza llegando a
la ciudad cansada y junto con José buscaron por todos los lugares donde poder
hospedarse, pero no albergaron lugar alguno. En busca de un lugar donde pasar
la noche, encontraron al fin un pesebre, y en aquel lugar María dio a luz a su
Hijo primogénito, nuestro Salvador.
Al igual que les pasará a José y
María al llegar a Belén, nosotros muchas veces no abrimos las puertas a la Fe y
a la Esperanza, por eso en estos días debemos aún más sentir la necesidad de
acoger en nuestros corazones estos sentimientos que nos ablandarán ese órgano
que desgraciadamente la sociedad en la que vivimos nos lo hace más duro, como
si en lugar de un musculo ágil de sentimientos tuviésemos una piedra que
organiza los latidos de nuestra vida.
Dios nos envió a su hijo para que
nos redimiese de nuestros pecados y lo hizo de la manera más humilde en el seno
de una familia de carpinteros y en un pesebre rodeado de animales. Por todo esto, en esta fechas como cristianos que somos tenemos que
dejar que Jesús nazca en nosotros, para que la fraternidad y la solidaridad
este presente siempre en nuestras vidas.
FELIZ NAVIDAD
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