Créanme, soy un persona normal, muy normal. Llena de carencias, repleta de defectos y con alguna que otra virtud descarriada en mi interior.
Por el camino de la vida, me he dejado muchas cosas. Lo mejor de todo, es que se donde me las dejé y como me olvidé de ellas, por si algún día las vuelvo a poseer (cosa muy difícil) no volver a extraviarlas.
Muchas veces me pregunto si el camino es el correcto, y cuando dudo aparecen las personas. Esas que ayer fueron a Oviedo a verme, a escucharme, a saludarme en una noche de perros.
Nos es fácil ver a casi trescientas personas reduciendo los espacios, ni mucho menos leer todo el tiempo con la cabeza abajo para no ver a la gente llorando…sintiendo por lo que estas contándoles allí, en un lugar que fue de respeto gracias a la colaboración de la Policía Nacional a los que saludé uno a uno para agradecer su presencia y evitar la intolerancia.
En Oviedo fueron a conocer a ese Álvaro que nadie ve. En Oviedo la gente iba limpia de envidias hacia mi persona, limpia de dobleces y segundas intenciones. En Oviedo la vida me regaló la demostración evidente de que sin ser absolutamente nadie, soy capaz de provocar algo…simplemente, diferente en el interior de la gente.
Me quedo con Chus, que vino de Gijón, en sus silla de ruedas. Uno de esos héroes a los que no puedes estrechar la mano simplemente porque no pueden levantarla. Esos héroes que te dan un abrazo con solo un mirada.
Me quedo, entre decenas de historias… con Chus, que al marcharse le dijo a un buen amigo una frase que me removió los cimientos de este alma de acero al que le cuesta sentir -“Gracias a Alvaro, este ha sido el mejor día de los últimos meses para mi”-
Esto es la Semana Santa, y vive en Oviedo, en el corazón de la Esperanza, al otro lado del sur, al otro lado del mar, al otro lado del viento…en el corazón de “Los Estudiantes”.
Prometo que volveré dentro de muchos años y seré el mismo, ya que ayer visteis al que nadie ve, ese que siempre estuvo mucho antes de Facebook. Prometo volver, a mi casa, donde quedan todos y cada uno de los que me dieron un abrazo de bienvenida, y un abrazo de hasta luego...
Álvaro Ojeda Sacaluga
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